No está en ningún sitio concreto, no
es fácil ubicarla. Se pierde en la distancia y no tiene puertas.
Hace un tiempo ya que una masa de gente
quiere romperla, pues es el único modo de pasar al otro lado. No
parecen enfadados, ni huyen de nada, y más allá no hay nada que sea
distinto a lo que hay aquí. Así que les pregunto por qué quieren atravesarla y dicen que allí serán felices. Conozco ese sitio, no es
la tierra prometida. “No seas ridículo”, me contestan.
Unas veces están más calmados, otras
empujan con fuerza intentando forzarla. No llevan ningún tipo de
organización, ni estrategia, ni estilo. Se guían por impulsos o
intuición. Tienen que ir allí, lo necesitan, como las aves
migratorias.
Hace unos días que atacan con mucha
fuerza. Creo que ahora son más. Algunos han intentado escalarla pero
caen antes de llegar arriba, es demasiado alta. Parecen desesperados.
Me molestan, hacen mucho ruido y no me dejan dormir.
Por eso puse ahí esa valla. Porque me
temo que si llegan a donde quieren llegar no dejarán de incordiarme.
Están empezando a derribarla y no sé
si quiero reforzarla. Ya me están cansando y en el fondo tengo curiosidad por ver si son
ciertas esas historias que cuentan.
Me haré el despistado cuando les oiga
entrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario